Hernando López Narváez - Tomado de La Erosión y los Tejados, Panorámica histórica de la comarca de Ocaña. Jorge Meléndez Sánchez.
Para el año 1947, un ingeniero payanés llamado Hernando López Narváez, estaba en la ciudad un poco resentido por censuras de comportamiento. Hoy en día el octogenario, sin otoño reconoce que tuvo errores. El forastero se desempeño como Interventor de Fomento Municipal y de su paso quedaron algunas carreteras y escuelas publicas en toda la provincia. Chocó con la inmodestia de muchos y en una tarde alcohólica dejó un retrato poético satírico.
El ingeniero había conservado, con sentido critico, las imágenes y los sonidos de la ciudad. En su primera visita al parque, del 29 de Mayo, había indagado por un busto y le habían dicho que era del doctor Margario Quintero Jácome. Le extrañó la ausencia de los próceres, tan común en otras ciudades. En su visita al Palacio Municipal había visto la estatua de Euquerio Amaya y le sorprendió su propia ignorancia de semejante nombre. Algo recordó de Adolfo Milanés, cuando le hablaron de la poesía. En el reconocimiento a la Iglesia de San Francisco, o de la Gran Convención, observó la plazuela y detalló alguna estatua de algún patricio romano. Su sorpresa fue mayor cuando le identificaron a un ocañero llamado José Eusebio Caro. En la Calle Real encontró un viejo amigo, el mayor Alfonso Romero, quien le comentó sobre la explotación de una mina de Barita. En un apuro de abastecimiento le hablaron del surtido del Almacén Rosario y le recomendaron el hotel de don Macario Jácome. Al reconocer la Provincia advirtió en la erosión una difícil subsistencia para el campesino y para los habitantes de la ciudad.
ODA A UNA CIUDAD
“Oh caña inmarcesible
Del cubilo inmortal
El Himno.
Tal vez con un cauterio
en el ovario
dejarás de parir tanto falsario
y tanto Megaterio
tierra de Don Euquerio y Don Margario
Lugar de Cautiverio
donde funciona el “Almacén Rosario”
-de lobo armario
y de la usura imperio-
y donde explota mi mayor Romerio
una colada mineral de bario
Villorio estrafalario
que nadie toma en serio
este donde la vida es un calvario
la comida un misterio
y el amor…un sumario…
negocio de mero presbiterio
cuna de Don Euquerio y Don Margario
Por ti alzo mi incensario
y entono mi salterio
ciudad de la virtud el relicario
donde no se registra un adulterio …
(y el vicio solitario
se da con profusión de monasterio
¡perdón por este juicio temerario)
patria de Don Euquerio y Don Margario
Insigne lagarterio
tu vate legendario
-toche, mirla, canario-
que solo nos merece un improperio
tu héroe imaginario
para hacerle coteja a Don Euquerio
en lo del sonsonete literario
debería llamarse Don Eusebio
Cario
nido de tanto genio secundario
a nivel del Euquerio y del Margario
Como cualquier vicario
que toma el refrigerio
de asestarle un sermón al seminario,
yo hurgando este avisperio,
suelto la risa de mi antifonario,
dichoso serpentario
jaula de Don Euquerio y Don Margario.
El sanedrín nefario
que cubrió de ludibrio y de dicterio
a nuestro Padre y Numen libertario
la trinca vil de Soto y José Hilario
y de Vicente Azuerio
a su encono sectario
no pudo hallarle en todo el hemisferio
un mejor escenario
que el cubil del Euqerio y del Margario
En este falansterio
del instinto primerio
donde nadie amanece sin prontuario
como ningún pretil sin su sahumerio
en donde el “Almacén Creditario”
debía solicitársele a Tiberio
que era su intermediario…
y ejerce de perpetuo secretario
del Juez -con buen criterio-
mi estimado vecino don Macario
y le dicen Rogerio
al 2º Notario
aquí donde litiga don Januario
-diez sellos de papel, memorial diario-
a quien el Ministerio
no le ha entendido su enredijo agrario…
aquí no es necesario
decir que está capando cementerio
una magna porción del vecindario…
¡Manes de don Euquerio Y don Margario
Imprimatur. Nihilis Obstat
El Ordinario
Este poema podría escribirse sobre cualquier pueblo del mundo y más en una época en que el acontecer local se fijaba demasiado en sus personajes: Ya no hay tanto Megaterio pero si muchos falsarios. El retrato de una época corresponde al viejo municipio colombiano. La reproducción del poema es intencional en una vocación universalista y busca destacar el logro rítmico, con el sarcasmo respectivo de la rima. El poema ha perdido la posible vigencia de la ofensa y el autor lamenta la ligereza de la juventud. Los resentimientos contra algunos se de opacan cuando recuerda su gran amistad con el doctor Elías Marún. El ingeniero López Narváez ha sido notificado del perdón por las iras que pudo provocar en sus treinta y tantos ANUARIOS.
El ingeniero había conservado, con sentido critico, las imágenes y los sonidos de la ciudad. En su primera visita al parque, del 29 de Mayo, había indagado por un busto y le habían dicho que era del doctor Margario Quintero Jácome. Le extrañó la ausencia de los próceres, tan común en otras ciudades. En su visita al Palacio Municipal había visto la estatua de Euquerio Amaya y le sorprendió su propia ignorancia de semejante nombre. Algo recordó de Adolfo Milanés, cuando le hablaron de la poesía. En el reconocimiento a la Iglesia de San Francisco, o de la Gran Convención, observó la plazuela y detalló alguna estatua de algún patricio romano. Su sorpresa fue mayor cuando le identificaron a un ocañero llamado José Eusebio Caro. En la Calle Real encontró un viejo amigo, el mayor Alfonso Romero, quien le comentó sobre la explotación de una mina de Barita. En un apuro de abastecimiento le hablaron del surtido del Almacén Rosario y le recomendaron el hotel de don Macario Jácome. Al reconocer la Provincia advirtió en la erosión una difícil subsistencia para el campesino y para los habitantes de la ciudad.
ODA A UNA CIUDAD
“Oh caña inmarcesible
Del cubilo inmortal
El Himno.
Tal vez con un cauterio
en el ovario
dejarás de parir tanto falsario
y tanto Megaterio
tierra de Don Euquerio y Don Margario
Lugar de Cautiverio
donde funciona el “Almacén Rosario”
-de lobo armario
y de la usura imperio-
y donde explota mi mayor Romerio
una colada mineral de bario
Villorio estrafalario
que nadie toma en serio
este donde la vida es un calvario
la comida un misterio
y el amor…un sumario…
negocio de mero presbiterio
cuna de Don Euquerio y Don Margario
Por ti alzo mi incensario
y entono mi salterio
ciudad de la virtud el relicario
donde no se registra un adulterio …
(y el vicio solitario
se da con profusión de monasterio
¡perdón por este juicio temerario)
patria de Don Euquerio y Don Margario
Insigne lagarterio
tu vate legendario
-toche, mirla, canario-
que solo nos merece un improperio
tu héroe imaginario
para hacerle coteja a Don Euquerio
en lo del sonsonete literario
debería llamarse Don Eusebio
Cario
nido de tanto genio secundario
a nivel del Euquerio y del Margario
Como cualquier vicario
que toma el refrigerio
de asestarle un sermón al seminario,
yo hurgando este avisperio,
suelto la risa de mi antifonario,
dichoso serpentario
jaula de Don Euquerio y Don Margario.
El sanedrín nefario
que cubrió de ludibrio y de dicterio
a nuestro Padre y Numen libertario
la trinca vil de Soto y José Hilario
y de Vicente Azuerio
a su encono sectario
no pudo hallarle en todo el hemisferio
un mejor escenario
que el cubil del Euqerio y del Margario
En este falansterio
del instinto primerio
donde nadie amanece sin prontuario
como ningún pretil sin su sahumerio
en donde el “Almacén Creditario”
debía solicitársele a Tiberio
que era su intermediario…
y ejerce de perpetuo secretario
del Juez -con buen criterio-
mi estimado vecino don Macario
y le dicen Rogerio
al 2º Notario
aquí donde litiga don Januario
-diez sellos de papel, memorial diario-
a quien el Ministerio
no le ha entendido su enredijo agrario…
aquí no es necesario
decir que está capando cementerio
una magna porción del vecindario…
¡Manes de don Euquerio Y don Margario
Imprimatur. Nihilis Obstat
El Ordinario
Este poema podría escribirse sobre cualquier pueblo del mundo y más en una época en que el acontecer local se fijaba demasiado en sus personajes: Ya no hay tanto Megaterio pero si muchos falsarios. El retrato de una época corresponde al viejo municipio colombiano. La reproducción del poema es intencional en una vocación universalista y busca destacar el logro rítmico, con el sarcasmo respectivo de la rima. El poema ha perdido la posible vigencia de la ofensa y el autor lamenta la ligereza de la juventud. Los resentimientos contra algunos se de opacan cuando recuerda su gran amistad con el doctor Elías Marún. El ingeniero López Narváez ha sido notificado del perdón por las iras que pudo provocar en sus treinta y tantos ANUARIOS.