Michel Serres - Pulgarcita

Antes de enseñar cualquier cosa a quien sea, al menos es necesario conocerlo. ¿Quién entra hoy a la escuela, al colegio, al liceo, a la universidad?
I
Este nuevo escolar, esta joven estudiante nunca ha visto un ternero, una vaca, un marrano ni una pollada. En 1900, la mayoría de los humanos en el planeta se ocupaban de la labranza y del pastoreo; en 2010, Francia como los países análogos, ya sólo cuenta con el uno por ciento de campesinos. Sin duda es necesario ver acá una de las más inmensas rupturas de la historia, desde el neolítico. Antaño referida a las prácticas geórgicas, la cultura cambia. Aquella o aquel que os presento ya no vive en compañía de los vivientes, ya no habita la misma Tierra, no tiene pues la misma relación con el mundo. Él o ella ya sólo ven la naturaleza arcadiana de las vacaciones, del ocio y del turismo.
Habita en la ciudad. Sus predecesores inmediatos, en más de la mitad, vivían en los campos. Pero se ha vuelto sensible a las cuestiones del entorno. Prudente, polucionará menos que nosotros, adultos inconscientes y narcisistas. No tiene ya el mismo mundo físico y vital, ni el mismo mundo en número, dado que la demografía repentinamente ha saltado a cerca de siete mil millones de humanos. Su esperanza de vida es al menos de ochenta años.
El día de su matrimonio, sus bisabuelos se habían jurado fidelidad por apenas diez años. Que él o ella busquen vivir juntos ¿será que acaso lo van a jurar por sesenta y cinco años? Sus padres a los treinta años heredaban, ellos esperarán la vejez para recibir ese legado. No tienen la misma vida, no viven ya las mismas edades, no conocen ya ni el mismo matrimonio ni la misma transmisión de bienes.
Desde hace sesenta años ²intervalo único en nuestra historia² él y ella no han conocido la guerra, y pronto ni sus dirigentes ni sus maestros. Beneficiarios de los progresos de la medicina, y en farmacia de los antiálgicos y anestésicos, estadísticamente hablando han sufrido menos que sus predecesores. ¿Han tenido hambre? Ahora bien, ya fuera religiosa o laica, toda moral se resumía en ejercicios destinados a soportar un dolor inevitable y cotidiano: enfermedades, hambre, crueldad del mundo. No tienen pues ni el mismo cuerpo ni la misma conducta; ningún adulto ha sabido ni podido inspirarles una moral adaptada.
Mientras que sus padres fueron concebidos a ciegas, su nacimiento fue programado. Como, para el primer niño, la edad media de la madre ha progresado entre diez y quince años, los maestros ya no encuentran padres de alumnos que sean de la misma generación. No tienen pues los mismos padres; al cambiar de sexualidad, su genitalidad se transformará.
Mientras que sus predecesores se reunieron en clases o en anfiteatros homogéneos culturalmente, ellos estudian en el seno de un colectivo donde se codean de aquí en adelante muchas religiones, lenguas, orígenes y costumbres. Para ellos y sus docentes, el multiculturalismo es de regla hace algunos decenios. ¿Durante cuánto tiempo más tendrán que cantar el innoble ³sangre impura´ “de la marsellesa”, con referencia a los extranjeros?
2
Ya no tienen el mismo mundo mundial, tampoco el mismo mundo humano. Entorno a ellos las hijas y los hijos de inmigrantes, venidos de países menos ricos, han vivido experiencias vitales inversas. Balance temporal: ¿Qué literatura, qué historia comprenderán ellos, felices, sin haber vivido la rusticidad, los animales domésticos y la cosecha de verano, diez conflictos, heridos, muertos y hambrientos, cementerios, patria, bandera ensangrentada, monumentos a los muertos, sin haber experimentado en el sufrimiento, la urgencia vital de una moral?
II
Esto por el cuerpo; ahora veamos para el conocimiento.
Sus ancestros cultos tenían, tras ellos, un horizonte temporal de algunos miles deaños, adornado por la prehistoria, las tabletas cuneiformes, la Biblia judía, la antigüedad grecolatina. De acá en adelante en miles de millones de años, su horizonte temporal se remonta a la barrera de Planck, pasa por la acreción del planeta, la evolución de las especies, una paleo-antropología millonaria. Dado que no habitan el mismo tiempo, entrarán en otra historia.
Han sido formateados por los media, difundidos por adultos que meticulosamente han destruido su facultad de atención al reducir la duración de las imágenes a siete segundos y el tiempo de las respuestas a las preguntas a quince segundos, según las cifras oficiales; en los que la palabra más repetida es ³muerte´ y la imagen más frecuente la de los cadáveres.
Están formateados por la publicidad; nosotros los adultos hemos duplicado nuestra sociedad del espectáculo con una sociedad pedagógica cuya competición aplastante, vanidosamente inculta, eclipsa la escuela y la universidad. Para el tiempo de escucha y de visión, la seducción y la importancia, los mass-media se han apoderado desde hace tiempo de la función de enseñanza. Los maestros se han vuelto los menos escuchados de todos esos institutores. Criticados, despreciados, vilipendiados, puesto que mal pagados.
Ellos habitan pues lo virtual. Las ciencias cognitivas muestran pues que el uso de la red, lectura o escritura de corrido de mensajes, consultas de Wikipedia o de Facebook, no excitan las mismas neuronas ni las mismas zonas corticales que el uso del libro, del ábaco o del cuaderno. Pueden manipular muchas informaciones a la vez. No conocen, ni integran, ni sintetizan como sus ascendientes. No tienen pues la misma cabeza.
Por teléfono celular acceden a todas las personas; por GPS, a todos los lugares; por la red, a todo el saber; frecuentan pues un espacio topológico de vecindarios, mientras que nosotros habitamos un espacio métrico, referido por distancias.
Ya no habitan el mismo espacio. Sin que nos demos cuenta, un nuevo humano nació, durante un intervalo breve, ese que nos separa de la Segunda Guerra mundial. Él o ella no tiene el mismo cuerpo, la misma esperanza de vida, ya no habita el mismo espacio, no se comunica más de la misma manera, no percibe ya el mismo mundo exterior, no vive enla misma naturaleza; nacido bajo epidural y con nacimiento programado, no le teme a la misma muerte, bajo cuidados paliativos. Al no tener la misma cabeza de sus padres, él o ella conoce de otra manera
3
Escriben de otra manera. Al observarlos, con admiración, enviar más rápidamente de lo que yo nunca podría hacerlo con mis gordos dedos, enviar (digo) SMS con los dos pulgares, los he bautizado ²con la más grande ternura que pueda expresar un abuelo² Pulgarcita y Pulgarcito. Este es su nombre, más bonito que la vieja palabra, pseudo-científica, de dáctilo
No hablan la misma lengua. Desde Richelieu, la Academia francesa publica, más o menos cada cuarenta años, para referencia, el diccionario de la nuestra. En los siglos precedentes la diferencia entre dos publicaciones se establecía en torno a cuatro o cinco mil palabras, cifra más o menos constante; entre la precedente y la próxima, será de alrededor de treinta mil. A este ritmo lingüístico, se puede adivinar que, en pocas generaciones, nuestros sucesores podrían encontrarse tan separados de nosotros como nosotros lo estamos del antiguo francés de Chrétien de Troyes o de Joinville.
Este gradiente da una indicación casi fotográfica de los cambios más importantes que he descrito. Esta inmensa diferencia, que afecta a todas las lenguas, tiene que ver en parte con la ruptura entre los oficios de los años cincuenta y los actuales. Pulgarcita y su hermano no se desloman en los mismos trabajos. La lengua cambió, el trabajo mutó.
III
El individuo
El individuo
Mejor aún, helos convertidos en individuos. Inventado por san Pablo, a comienzos de nuestra era, el individuo acaba solamente de nacer por estos días. ¿Nos damos cuenta hasta qué punto vivíamos de pertenencias, de antaño hasta hace poco? Colombiano, católicos o judíos, antioqueños o costeños, ricos o pobres, mujeres o varones« pertenecíamos a regiones, a religiones, a culturas, rurales o aldeanas, a grupos singulares, a comunas locales, un sexo, la patria. Por los viajes, las imágenes, la red, las guerras abominables, esos colectivos han explotado casi todos. Los que subsisten continúan en la actualidad, rápidamente, estallando.
El individuo ya no sabe vivir en pareja, se divorcia; no sabe mantenerse en clase, se mueve y conversa; no se reza en la parroquia; los futbolistas ya no saben conformar una selección; ¿saben nuestros políticos aún construir un partido? Se dice por todas partes que han muerto las ideologías; son más bien las pertenencias que ellas reclutaban las que se han desvanecido.
Este individuo recién nacido anuncia más bien una buena nueva. Si balanceamos los inconvenientes del egoísmo y los crímenes de guerra cometidos por y para la libid o de pertenencia ²centenares de millones de muertos², quiero con amor a estos muchachos.
Dicho esto, queda por inventar nuevos lazos. Testimonio de ello el reclutamiento de Facebook, casi equipotente con la población del mundo. Como un átomo sin valencia, Pulgarcita está desnuda. Nosotros, adultos, no hemos inventado ningún lazo social nuevo. La empresa de la crítica y de la sospecha más bien los desconstruye. Rarísimas en la historia, estas transformaciones que yo llamo hominescentes, crean (en medio de nuestro tiempo y de nuestros grupos) una grieta tan ancha que pocas miradas la han medido en su verdadero tamaño. Repito que yo la comparo con las que intervinieron en el neolítico, en la aurora de la ciencia griega, a comienzos de la era cristiana, a fines de la Edad Media y en el Renacimiento.